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El más grande del mundo
La desértica meseta del sur de Chubut alberga el bosque petrificado más grande del mundo, que ocupa unos 300 kilómetros cuadrados, aproximadamente a 150 kilómetros al oeste de Comodoro Rivadavia y a unos 30 de Colonia Sarmiento, con árboles que fueron verde hace unos 60 millones de años.
Allí se encuentran, convertidos en piedra, desde grandes troncos, miles de ramas, hojas, frutos, astillas y hasta pequeñas semillas de especies que se elevaban hasta un centenar de metros cuando la región era un bosque tropical y pantanoso.

Desde Comodoro Rivadavia, la mayor ciudad de Chubut, se llega por la Ruta Provincial 20, en la que luego de más de una hora de recorrer el desierto, tras una curva cerrada surge a la vista el verde valle del río Senguer, regado por una red de canales originados en su cauce, y los dos grandes lagos que flanquean Colonia Sarmiento.

El bosque petrificado está en un valle que una vez fue fondo marino, donde al retirarse el océano se formaron lagos y pantanos en un clima subtropical que albergaban una fauna variada de grandes saurios -probada por los muchos hallazgos paleontológicos de la zona- y una selva con coníferas y palmeras.

Al surgir la cordillera de los Andes en la Era Paleozoica o Terciaria, hace unos 70 millones de años, los vientos del Océano Pacífico perdieron su humedad al oeste de las montañas y azotaron áridos y furiosos la región, lo que sumado a las numerosas erupciones volcánicas posteriores a ese acomodamiento geológico, acabó con ese vergel.

Nadie debe esperar encontrar, ni éste ni ningún otro bosque petrificado son -aunque su nombre lo sugiera- bosques en el sentido literal, es decir un conjunto de árboles convertidos en piedra que permanecen como esculturas enhiestas, sino restos desparramados o semienterrados.

En todo el circuito, millares de ramas, troncos gruesos o pequeños y otros restos fósiles de vegetales, de tonos marrones, rojos y amarillos, descansan junto al sendero o dispersos por el valle, salvo algunos que por su tamaño o forma especial fueron colocados en puntos claves para una mejor observación.

Los senderos turísticos están delimitados con pequeñas piedras o restos de los mismos fósiles y carteles, y los guías destacan que es importante no salirse de ellos aunque el terreno sea de arena firme, porque es peligroso.

El terreno no es sólo peligroso para los turistas, sino también para el ambiente, porque esos arenales pueden estar llenos de semillas, hojas y diminutas astillas fosilizadas que se romperían o se perderían en los calzados de visitantes desaprensivos.

Si el impredecible clima patagónico se torna hostil, se puede visitar el centro de interpretación a la entrada de la reserva, donde hay restos paleontológicos y arqueológicos de la región.
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